Tras cuatro años de haber migrado de Venezuela a Colombia, donde se asentó con sus hijos en el barrio Santa María de Barranquilla, y de ser testigo del maltrato que reciben numerosas mujeres migrantes por parte de sus parejas colombianas, Ana Mari Salguero rompió el silencio cuando encontró un espacio protector para las mujeres en el programa de HIAS y Conectando Caminos por los Derechos.
La situación de las mujeres en Santa María se ve reflejada en los índices de VBG contra mujeres migrantes en Colombia, que entre 2015 y 2020 presentan un incremento de 1.255 casos reportados de violencia física.
A pesar de su preocupación por las mujeres de su barrio, el desconocimiento de su entorno, el temor a la xenofobia y el inmenso dolor de no haber podido traer a su hijo discapacitado sumían a Ana Mari en la impotencia, y limitaban sus cualidades de líder y su trayectoria como miembro del consejo comunal, en su barrio en Venezuela.
Cuando conoció a HIAS tomó la decisión de formarse como promotora comunitaria en un curso de seis meses que recibió de manera virtual. Y cuando la alianza entre HIAS y Conectando Caminos por los Derechos inició el programa de formación para mujeres en prevención y atención de VBG, Ana Mari contribuyó decidida a la creación de la red comunitaria de 40 mujeres capacitadas liderada por ella, con el soporte del Programa.
La red recibió capacitaciones en derechos de las mujeres migrantes, derechos sexuales y reproductivos, prevención e identificación de violencias y en rutas de acceso para su protección. A partir de esto, han identificado y documentado alrededor de 80 casos de violencia psicológica, económica, física y verbal que se presentan en su entorno. Con frecuencia encuentran casos de mujeres migrantes confinadas y sometidas por sus parejas, que las amenazan con llevarlas ante las autoridades por ser indocumentadas. “Hemos podido ayudar a las mujeres a levantar la voz y enfrentarse al miedo”, dice Ana Mari.
Para esas mujeres, la red de apoyo se ha convertido en una fuerza que las orienta, las acompaña y las guía por las rutas de atención de las instituciones públicas, las organizaciones sociales y la cooperación internacional. “Cuando las mujeres y las comunidades tienen conocimiento, podemos todos unidos tratar de disminuir la VBG”, dice, y sonríe con la alegría de haber conseguido tener a todos sus hijos a su lado, y la satisfacción de haber contribuido, de la mano del programa y las entidades, a rescatar tantas mujeres del sufrimiento.